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martes, 31 de julio de 2012

Reflexión (III) "De la música que le pones a cada momento"


Miradas que nunca tienen respuesta. Sueños que nunca se cumplen. Estrellas que se apagan con el tiempo. Corazones rotos. Recuerdos imborrables.

A veces todo comienza con un “hasta luego”, con un “nos veremos” o incluso con un “adiós”. Nadie sabe con seguridad que ocurrirá en un futuro.

Ansias estar cerca de alguien cuando te sientes solo, cuando te entran ganas de abrazar a los recuerdos. Palabras que no necesitan imágenes.

Cierra los ojos. Ahora piensa en eso que tanto quieres. En eso que te gustaría poseer. Eso que es difícil olvidar por pequeño que sea. Las cosas pequeñas son las que más valor tienen. Los detalles.

La razón por la que estás ahora mismo aquí. Qué débiles seriamos si por cada obstáculo que hubiera en nuestra vida lo convirtiéramos en un muro infranqueable.

Siempre digo que la música ayuda mucho. Es necesaria en cada momento. Tendemos a poner la canción inadecuada en ciertos momentos.

Probar a leer esta entrada con dos tipos de música diferentes. Una sentimentalista y otra mucho más alegre. Ya veréis como cambia todo.

Ahora trasladar eso a vuestra vida. En momentos de bajón, de querer acabar con todo por no tener lo que quieres, párate a pensar en un momento que a lo mejor lo que falla es la música que te acompaña.

Cada momento tiene su banda sonora. Tú eres el director de orquesta. Tú decides. 

lunes, 30 de julio de 2012

Reflexión (II)


Cuando alguien se siente vacío. Cuando nadie espera nada de lo que puede suceder en los próximos momentos. Cuando la gente camina sin rumbo fijo, con mirada perdida en el horizonte. Todos esos momentos, son rellenados con recuerdos, con imágenes de algo que podrías haber hecho y has dejado de hacer. Ese hueco se llena con momentos felices, momentos que te han servido para continuar dando pasos de gigante en tu vida.

Todo se trunca con un leve movimiento de brazos, con un pequeño gesto que te hace cambiar tu destino. Todo es tan frágil, tan delgado, tan recto, que salirse del camino puede llegar a ser fácil. Tan fácil que ni si quiera lo intentamos.

Ya hablé en otras entradas, que arriesgar implica compromiso. Salgámonos de la típica frase de que “el que no arriesga no gana”. Es cierto, pero es mucho más complicado que eso. Cuando uno arriesga, tiene que saber lo que está haciendo. No hay que tomarse las cosas a la ligera. Hay que marcarse un objetivo y llegar a él, tarde o temprano, deprisa o despacio, recto o curvo, pero llegar a él.

La rutina es eso. Es la válvula de escape para hacer siempre lo mismo y no atreverse a hacer cosas nuevas. Muchas veces pienso que lo único que nos mantiene fuertes es tener un poco de ignorancia de vez en cuando, porque cuando te implicas demasiado en algo, muchas veces ni siquiera merece la pena. No pierdas el tiempo dándolo todo en algo que no te va a dar nada en la vida. Va a ser como ese algo que estuvo y se fue para no quedarse.

Esas noches en las que miras al techo, o al cielo si tienes la suerte de estar al aire libre, y te quedas pensando en nada. Ese momento en el que te vienen a la cabeza imágenes de un pasado. Algunas veces hasta sonríes. Pero es algo continuo. Repetitivo. Las mismas imágenes una y otra vez.

El presente no existe. Pasado y futuro, nada más. Por eso tienes que ver que cada momento que pase, es pasado en tu recuerdo. Haz que merezca la pena recordar esos momentos. Haz que cada instante, sea una sonrisa en el futuro. No pierdas el tiempo buscando la manera de continuar por ese camino recto, frágil y delgado.

Ahora disculpadme, pero hace un día muy bueno para hacer algo diferente.