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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Materialismo

La materialidad es algo inherente en nuestra sociedad. Todo el mundo se pelea por conseguir aquello que otros no tienen, sólo para intentar destacar por encima del resto. La sociedad valora más a alguien que posee gran cantidad de objetos materiales, de todo tipo, da igual como sean, debido a que representa a alguien afortunado en la vida, según dicen. El mundo continúa en la línea del “querer más”, olvidando muchas cosas por el camino.
“El dinero no da la felicidad”

Esta frase es muy usada por aquellos valientes que se atreven a alzar la voz contra el sistema materialista, o simplemente porque ellos no pueden alcanzar lo que otros ya tienen. Pura envidia digamos.

Nadie se puede escapar de las garras del materialismo, o eso dicen, pero yo aún confío. Mientras tanto, las grandes compañías nos machacan con ideas consumistas, incluso disfrazan días, a través de tradiciones populares, para este fin.

Lo realmente importante en la vida…

Aquí terminaba aquel papel que encontré en el suelo hace unos años. Cada día me paro a pensar, con la música del iPod sonando, la pantalla del ordenador encendida y un asiento cómodo, gracias al cual pasaba largas noches en vela, intentando completar lo que en el papel faltaba. No lo conseguía, no podía. Cogía el bolígrafo una y otra vez, con la esperanza de que las palabras se escribieran solas, pero era imposible. Ni siquiera cambiando de canción por una más melancólica, que permita que mi mente se abra a nuevos horizonte y así poder terminar lo que otro había empezado.

Un buen día de otoño, me dispuse, como cada noche, a intentar escribir algo en esa carta incompleta, pero se fue la luz en mi casa y el iPod estaba descargado. Entonces se me ocurrió dar un paseo por la playa, que apenas se situaba a unos metros de la puerta de mi casa. El sol se estaba ocultando por el horizonte lejano y las hojas caídas de los árboles, hacían acto de presencia por aquel camino que terminaba en la arena.
Me quité las zapatillas y comencé a andar descalzo por la arena fría de la playa. Rocas al margen izquierdo, servían de frontera con aquel mundo anclado en la soledad del interior de una casa. El viento acariciaba cada milímetro de mi piel. Todo estaba tranquilo.

Al fondo de mi camino, se situaba un gran acantilado que impedía la continuación de mi paseo. Entonces me detuve. En lo alto de este acantilado, descubrí lo que parecía ser un banco, así que decidí llegar hasta él.
Cuando estaba arriba, las vistas eran impresionantes. Ojalá pudiera describir lo que vi ese día, pero mis palabras en absoluto le harían justicia. No tardé mucho tiempo en sentarme. El sonido del mar entraba en mis oídos, como si fuera Stop Crying Your Heart Out de Oasis.

Me quedé mirando al horizonte, aquel por el cual el sol se ocultaba, con el reflejo de la luz de éste en el gran océano, el viento rozando mi cara y el sonido de la verdadera tranquilidad.

A mí mismo me dije “Esto no tiene precio”, entonces me levanté de mi asiento y busqué un sitio donde apoyar la hoja que me acompañaba desde hacía años, guardada en el bolsillo de mi chaqueta, perfectamente doblada, para terminar de escribir lo que otro había empezado.

Me vinieron a la mente un montón de ideas, que conseguí plasmar de la mejor manera posible en la hoja. No soy un escritor consagrado, tan solo soy alguien que forma palabras con la unión de las letras.

Entonces llegó el momento de completar aquella frase que decía “Lo realmente importante en la vida…”, así que puse lo siguiente:

“Nada importa, si todo lo que has hecho, no te ha servido para conseguir lo realmente importante en la vida. Aquello que no se puede comprar y no se puede poseer. Aquello por lo que muchas personas pelean. Aquello que todo el mundo busca.

Ser felices es el verdadero objetivo, por ello, cada instante que malgastamos en objetos banales, lo desperdiciamos en serlo.

No regales el mejor collar a la persona que más te importa. Regala los mejores momentos contigo, aquellos donde los dos sois felices”

A partir de aquel día, siempre camino descalzo por la playa, para lograr llegar hasta la cima de ese acantilado. Donde el paisaje me regala unas vistas inimaginables, que no se pueden comprar, pero que me hacen sentir la persona mas feliz del mundo.

Diario de una noche cualquiera

Hace tiempo que no escribo. He vivido apartado de este mundo, el mundo por el cual, dejo caer lo que pienso. Plasmarlo en una hoja de papel se me hace difícil, ya que las manos se han amoldado a mi teclado, el bolígrafo se resbala y la tinta azulada, circula como un torrente cuando cae lluvia fuerte. Todos estos meses, he estado pensando en la cantidad de cosas que podría haber hecho y no hice. Poniendo el grito en el cielo, por las cosas que hice y no debía de hacer. Arrepintiéndome cada segundo, de no haber dejado todo atrás y pasar página.

La noche es larga, oscura y tenebrosa. Gracias a ello, consigo concentrarme en escribir estas líneas. Necesito de ese tiempo valioso, de oro, que te da la luz del escritorio, para poder sentir lo que verdaderamente siento. El sonido de la música retumba en mis oídos, como el rugir de un león, pero, de nuevo, gracias a ello, consigo concentrarme. Pero mi manera de pensar cambia radicalmente en unos instantes. Quizás sea yo el loco, y no todo esa gente que me mira por la calle.

Con la llegada del frío, todas las sensaciones que inundaban mi persona, son ahora visibles, si, visibles, ya que aquellas, ahora las escribo.

Cierro los ojos, y me imagino deambulando por una calle, en la que la única luz, es la que proviene de las farolas de aceite que están situadas a los lados de la acera adoquinada. Nadie me acompaña, pero eso no hace detenerme. Es mas, avanzo más deprisa. Quizás sea por el miedo a lo que dejo atrás, o porque quiero seguir avanzando hacia mi destino.

Me pregunto “¿Qué es el destino?”. El destino, no es cruzarse de brazos y apoyarte en la idea de que todo vendrá tarde o temprano. Yo soy de los que piensan, que el destino cambia con nuestros actos, por lo tanto lo que hacemos, no está supeditado a un guion preestablecido, anónimo y sin la más pizca del sentimiento de cada momento, de su contexto. Aun así, sigo llamándolo destino, porque todo lo que hacemos tiene un final, es decir, no hay un único destino, sino que hay muchos hacia donde poder llegar. Me entristezco de la gente, que basa lo que hace, en simples especulaciones sobre lo qué va a ser tu vida. Se conforman con lo que tienen, porque no son capaces de dar otro salto. Ellos dicen “Es lo que me toca”, sin pararse a pensar en lo que le ha llevado a esa conclusión.

Vidas vacías, como la mía, parcialmente rellenadas por tintes de esperanza, amor, felicidad y suaves reflejos de narcisismo alocado.

Todo el mundo que ha pasado gran parte de su vida solos, argumentan que se está mejor en esta condición, sin haber probado las mieles de una compañía que te haga despertar cada mañana, evitando aporrear al pobre despertador, con una sonrisa inimaginable para alguien a quien tan sólo un sonido molesto le es familiar cada mañana.

Por eso no me gusta cerrar los ojos por las noches, porque no me quiero imaginar estar deambulando por una calle tenuemente iluminada, sin ninguna compañía, avanzando deprisa, como si alguien me estuviera persiguiendo y perdiéndome la cantidad de detalles que dejo atrás por estar corriendo.


Aun así, llega un día en el cual no puedo evitar cerrarlos, y deseo que alguien me pare en mitad de mi carrera, me acompañe hasta el final de la calle y me haga entender que destino solo hay uno, pero que cada uno elige la manera por la cual llegar hasta él. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Diálogo II


Buenas tardes. He vuelto tras un largo viaje. Ha sido duro, la verdad, pero una experiencia necesaria para volver aquí.

“¿Quieres tomar algo y me cuentas el porqué de haber vuelto?”

No. No quiero tomar nada. Sólo quiero que me escuches.  Llega un momento en el que la vida pasa sin que te des cuenta. No hay un punto de inflexión. Es todo tan monótono, tan rutinario, que muchas veces no te das cuenta del tiempo que ha pasado. Es de esas veces en las que prefieres que todo vaya más deprisa, porque es insoportable seguir viviendo tan despacio y de una manera tan simple.
Cada vez que se produce una emoción en tu vida, lo celebras con gran exaltación. La ocasión lo merece. Has conseguido romper la cuerda que te ataba a la rutina. Pero todo vuelve a la normalidad.
La pregunta que te quiero hacer es la siguiente ¿alguna vez esta inercia que me está llevando al olvido cambiará de rumbo?

“Yo no soy adivino. Ya lo sabes. Te conozco perfectamente y sé que quieres que cambien muchas cosas en tu vida, pero siempre que vienes a preguntarme lo mismo, te digo que tengas paciencia. Sé que es difícil porque cuanto más quieres alcanzar algo, más lo necesitas”

La paciencia se agota. Y yo necesito algo más. Me he quedado prácticamente sin ella ¿No puedes hacer algo?

“Yo no puedo manejar lo que sientes, ya lo sabes, pero puedo hacer que te sientas mejor por un momento. Piensa en todo lo que has logrado. Piensa en cada momento que te ha servido para seguir avanzando”

Son muchos y gracias a tus consejos lo he podido conseguir. Siempre es bueno recurrir a alguien como tú en estas situaciones, pero realmente tengo que cambiar algo en mi vida y no sé por dónde empezar

“Empieza por algo conocido y atrévete a llegar a lugares inhóspitos  que jamás pensabas alcanzar. Céntrate en tus prioridades”

Lo sé pero estoy cansado de darme falsas esperanzas. Nunca llegas a alcanzar todo lo que te propones en la vida.

“Hay cosas fáciles y otras más difíciles pero intenta ir por lo complicado. Te sonará extraño pero lo difícil, aparte de no ser imposible, es más gratificante. Merece más la pena. Algo fácil tiene tiempo limitado, lo verdaderamente difícil, cuando lo consigues, permanece toda la vida, o por lo menos gran parte de ella. La cuestión es atreverse a ir a por algo más complicado”

No sé si podré.

“Tú lo has dicho, no lo sabes, pero no te infravalores. Mientras que haya alguna posibilidad de alcanzarlo, no bajes lo brazos. Te llevará más tiempo, por eso te dije al principio que tuvieras paciencia. Si de verdad te lo propones, acabarás consiguiéndolo.”