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lunes, 27 de febrero de 2012

Nuestro territorio

Estamos en una época de “hiperurbanización”, sobre todo antes de la Crisis Global que estamos sufriendo ahora, en el que uno de los factores ha sido la mala organización territorial. Han prevalecido los intereses privados, es decir, los intereses meramente especuladores, que los intereses del colectivo, de los intereses del elemento más importante de la democracia, como es el pueblo. Hemos caído en las redes de la corrupción. Sorprendería mucho ver un mapa de imputados sobre este tema en ayuntamientos y en demás instituciones en España. No quedaría hueco alguno.

Uno de los mayores problemas de España, es que no hay una política de organización del territorio firme, eficaz y donde todos los actores del elemento democrático expresen su opinión para conseguir un enriquecimiento a la hora de construir el territorio. Ese es el problema, que los intereses privados superan a los intereses públicos. Que la sobrexplotación del territorio, su mal uso, sus escasas medidas de regulación, hayan derivado en una crisis económica, social y medioambiental. Si conseguimos erradicar esta plaga de desorden territorial, mejoraremos nuestro nivel de bienestar.

“Cada ciudadano tiene derecho a vivir en un ámbito digno, sano y bello, pero también tiene el deber de cuidarlo y de exigir que velen por él”.

 Lo primero que había que analizar es si todas las personas pueden acceder a vivir en algún sitio digno, como una casa. Estamos viendo que no es así. Observamos diariamente como muchas familias son desalojadas por haber sufrido un engaño de los bancos, que prometieron pan y no dieron más que harina. También señalaríamos que cuando antes se compraban pisos para especular con ellos, es decir, compro este piso porque dentro de unos años costará más y obtendré un mayor beneficio, o compraré este piso y lo alquilaré que a la larga es buen negocio, a de repente, no tener ni vivienda para dormir, a suplicar a los bancos, que reciben dinero del estado, para que no te echen de tu propia casa, perdón, de la casa que pertenece al sistema (es que no es ni siquiera tuya). Eso lo he vivido y la mayoría de nosotros también. Nos quejamos de los políticos pero habría que mirar nuestro ombligo de vez en cuando, aunque también es cierto, que tú no compras si no te ofrecen. Llevaban razón nuestras madres al decir que no cojamos un caramelo a un desconocido, pero es que no solo se lo hemos cogido, si no que además le hemos pedido más.

Esta nueva organización del territorio debe de estar regida por una serie de reglas, unos principios. Estos principios son básicamente que hay que respetar los valores del territorio, porque cada territorio, cada lugar, tiene su propia cultura, su historia, su identidad, y no hay que destruirlo, si no hay que conservarlo para los intereses de las sociedades venideras, que puedan disfrutar de estos recursos. Otra cosa a destacar, es que, cuando tu modificas el territorio este es imposible de volver a recuperarlo a su posición original, es decir, cuando tu urbanizas un lugar, cuando creas un espacio artificial, ese territorio ya va a estar modificado, por lo tanto, debemos procurar que la organización y los usos que queramos dar a ese espacio cumplan con una serie de compromisos que beneficien a las personas, al colectivo, y este es el segundo principio. No sé puede urbanizar el territorio así porque sí. No se puede construir un lugar sin atender a los valores sociales que hay en él. No hay que dejar de lado a la sociedad, a los individuos. Si se quiere hacer algo ahí, debemos preservar la importancia que tiene el lugar, modificarlo en su justa medida atendiendo, aunque difícilmente, al valor económico de ese elemento sociocultural, lo que da nuestro tercer criterio. El siguiente principio, es que la organización del territorio debe de estar bien gestionada, no como hemos venido haciendo, que es rebajando el precio del suelo, para que empresas privadas lo modifiquen sin atender al valor sociocultural que hay en él. Una mejora de esta gestión derivaría en un incremento del bienestar para las personas, un mayor acceso a los servicios básicos, mejora del transporte, y un largo etcétera. También hay que acabar con la lacra de la corrupción, y llegar a confiar en que los estamentos políticos, las instituciones reguladoras y el compromiso sobre la normativa espacial, sean favorables para que todos obtengamos un mayor beneficio territorial. Hay que suprimir aquellas normativas que destruyan el territorio, que lo desordene y lo confunda con un meramente, elemento económico, ignorando el elemento más importante como es el social. Otro criterio sería, considerar la ordenación del suelo por su elemento, como ya he dicho, social, pero también ecológico, y dejar de lado viejas concepciones, de suelo vacío, suelo urbanizable. Los planes de ordenación que estamos observando en muchas ciudades son simplemente planes de expansión urbana, pero no de mejora del acceso a los servicios. Son planes, la mayoría, de antes de la crisis, donde todo suelo rústico derivaba en una más que posible urbanización. Y no. Hay que ver este suelo agrario en su contexto, en su importancia ecológica. Hay que dotarlo de mayor protagonismo. Pero no hay que fijarse solo a la escala municipal, si no que estos planes deben ser fijados por un plan que abarque más territorio, de ahí que las Comunidades Autónomas tengan el deber de crear un plan de ordenación territorial que coordine al resto de planes locales, para que por ejemplo, no veamos casos de planes totalmente diferentes de un municipio a otro, con lo que el desorden sería aún mayor. Este plan territorial no debe de estar sustentado únicamente por un sistema autonómico, de ahí que el Estado español, también deba fijarse en el territorio. Estamos con una legislación de él desde el año 1998, y es por eso por lo que habría que cambiar la legislación sobre el suelo, dotando de mayor protagonismo no solo al factor “urbanización”, si no a otros factores igual de importantes, como el social, ecológico, cultural, histórico, etc. Sobre el gobierno central recae igualmente la responsabilidad de revisar y proponer el consenso relativo a un nuevo modelo de financiación para los gobiernos locales.

España ha ratificado una serie de acuerdos con otros países en materia de suelo, pero es del compromiso de todos, que se cumpla. No vale con firmar y desentenderse, si no responsabilizarse de una cohesión territorial mundial en coordinación con otros países, ya sean europeos o de otros continentes.

Para que se cumplan todos estos criterios hace falta un acuerdo global que permita que esta nueva cultura del territorio sea realmente eficaz, y a su vez todos los ciudadanos obtengan el deber de cuidar todo el espacio geográfico en favor de las sociedades venideras.
Ahora más que nunca, necesitamos un cambio. Pero no solo económico, si no también humano. 

Cuidemos en favor del futuro, porque parece ser que solo miramos al presente, ignorando las consecuencias que tendrán nuestros actos para las sociedades que aún están por llegar. Luchemos por conseguir un acceso a la vivienda y a una mejora del nivel de bienestar. Se puede, pero hay que consensuar todas las posibilidades que nos ofrecen los diversos organigramas institucionales.

viernes, 24 de febrero de 2012

Reflexión

Nos encontramos vacíos, aunque llenos de cosas que queremos expresar. Las soltamos, pero nos cierran la boca. Cuando creemos que todo puede ir bien, nos cortan. Nos sesgan. Nos apartan. Nos invaden y nos encierran. 

Pensamos por nosotros mismos, unidos, por una vez. Juntamos nuestras ideas, nuestros elementos comunes. Disfrutamos con saber que podemos conseguir algo, pero nos devuelven a la realidad. A esa realidad dura, cruel, simple, impersonal y casual. A esa realidad improvisada, donde no vale con saber que estás haciendo las cosas bien, si no que además se tienen que interesar por ti, por tu opinión, por lo que eres, y por lo que podrías llegar a ser. Eso que tanto imaginas cuando tienes todo, y que recuerdas cuando no tienes nada. 

Nos unen más que nos separan, pero alguien decidió que lo mejor sería callarnos la boca, no expresar nada, aunque en ese momento no tengas nada que decir. Imaginas que con palabras lo solucionas todo, pero para eso existe la realidad, para demostrar esas palabras. No son más que eso: cosas que uno piensa y dice, pero que en la realidad son meros objetos estériles, vacíos, sin nada. Cuando uno realiza un acto, reflexiona y actúa. Casi siempre va solo, aunque hay que estar unidos. 

No vale con poner el grito en el cielo. No vale con intentar que tus palabras sirvan para algo. No vale con saber que lo correcto es lo que no estamos haciendo. No vale con pensar que la realidad es semejante a las palabras.

Las palabras se pierden con el tiempo. Pero a veces las palabras llenan vacíos. A veces las palabras cortan nuestros actos. Por eso la realidad es así de interesante. No sabes cuando cogerán la suficiente fuerza para actuar y conseguir algo, ese algo que es muy difícil de conseguir sin hacer nada.

No paguemos justos, por pecadores.

Os escribo desde mi humilde morada. Hay algunos que escriben desde la calle, pero de injusticia vive el mundo. Mientras haya desahucios, hay gente rica que sigue ganando dinero de manera fraudulenta.

No quiero que esta entrada sea como una más de las que hay en internet, ni quiero coaccionar a la gente que se ha tomado su tiempo en molestarse en leer esto. Tan solo doy una opinión, mas o menos generalizada.

Respecto a lo ocurrido estos últimos días en Valencia, veo lógica la repulsa a cualquier acto de violencia producida por una o por otra parte. Es bien cierto que la policía tiene parte de culpa, a lo mejor es la que mayor peso recae en esta balanza del “quien ha pegado más”, pero no seamos ignorantes: “muchos son tontos, y tontos hay en todas partes”. Es criticable tanto la actuación desmesurada de la policía, como de algunos “manifestantes pacíficos” que se encontraban casualmente por la zona. No estoy generalizando, es más, muchas de las personas que se manifestaron estos días en Valencia, tan solo quería protestar por algo justo, como es  “la educación pública”. Pero no seamos tontos. Algunas de las personas que había ahí tan solo querían armar follón. Esta calaña, en favor de los “derechos sociales” (no respetan ni dejan respetar), se encuentran en muchos lugares de la geografía española y son los que emborronan una manifestación plural, igualitaria, pacífica y en la lucha en favor del pueblo. A su vez, hay policías que sobrepasan el límite entre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. Entre lo que se debe hacer, y lo que no se debe hacer. Parece estos días que estábamos en un Estado de Excepción. Pero no hay que echar toda la culpa a ellos. Son personas como nosotros. Trabajadores que se ganan el dinero para alimentar a su familia, algunas veces injustamente (véase corrupción), pero otras veces muy justamente y merecidamente (véase los policías muertos en Galicia). Son meros peones movidos por un ente mayor. Ellos no deciden lo que hay que hacer. Son mandados por alguien superior a ellos. Alguien que no tiene escrúpulos ni vergüenza. Alguien que antepone la violencia, a la libertad.

Cada uno es libre de pensar y dejarse manipular. Nadie decide por si mismo. Nos movemos como una balsa en el océano, a merced del mar, del agua. Creo en el pluralismo, y no en el individualismo. Hay que moverse juntos, y nunca separados. No seamos sectarios y repartámonos la libertad. Si, esa cosa que últimamente está olvidada.

En definitiva, la calle es de todos, así que de alguna manera, todos vivimos ahí.

viernes, 3 de febrero de 2012

Reflexión capitalista.

Todo sistema capitalista produce una desigualdad social latente en las economías de los países desarrollados. Esta desigualdad, a la vez, es necesaria para el propio sistema porque se necesita esa desigualdad para crear una fuerza de trabajo que este atenta cuando el crecimiento económico sea una realidad. Digamos que el propio capitalismo nutre la desigualdad en todos los sentidos. Es ilógico que un país capitalista haga algo para luchar contra este problema, porque es esto lo que le hace ser un estado capitalista. Sería luchar contra ellos mismos.

Es inaceptable tales realidades, que se fundamentan en un capitalismo primitivo, basado en al sobrexplotación del trabajador como mera mercancía. No quiero decir, que el capital, y la obtención de este, sea el problema del mundo, es más, una economía consumista hace que crezca la economía del país, pero esto no justifica que se utilice el capital como medio político y desigualitario. El capitalismo aumenta las diferencias entre ricos y pobres. Tal vez, ahí este el problema.

Cada trabajo debe de ser remunerado equitativamente, prestando atención tanto a la parte productiva como a la parte digamos, más personal. Si aumentamos los salarios, aumentamos el consumo, lo que hace que crezca la economía. Mejores condiciones de vida de la población, también alimenta al propio sistema capitalista, pero quizás no interesa que la economía este creciendo constantemente, porque la especulación ya no tendría sentido, lo que arrastraría a todo el sector financiero a un declive sin igual, y esto provocaría que no se concedan créditos a las empresas que a su vez, remuneran el trabajo de la población, lo que haría que el sistema entrará en crisis, y vuelta a empezar.

El problema no es el capital, repito. Todas las personas tienen derecho a tener una renta alta en relación con el tipo de trabajo que desarrollan, pero es el propio sistema el que hace que esto no sea una realidad. Hay que cambiar la manera en que hacemos capitalismo, hay que buscar otro método, otro sistema que permita tanto la igualdad de los trabajadores en derechos sociales, en nivel de renta directamente proporcional al trabajo que desempeñen, en la manera de realizar el consumismo y organizar la estructura laboral. Quitar progresivamente esa economía especulativa, que se ha instaurado en nuestra sociedad como una sanguijuela, chupándonos lo poco que tenemos. Hay que salvaguardar el consumo básico, aunque no hay que dejar de lado ese consumo de bienes que permite que la sociedad avance. Hay que buscar una nueva forma de hacer capitalismo, dando importancia tanto a las personas como a las empresas que fomentan la igualdad laboral y el crecimiento económico de las familias. Cuanto más consumo, mejor economía. Pero hay que fomentar un consumo responsable, no dejándonos influenciar por créditos basura, ni por promesas que jamás se van a cumplir.

En definitiva, estamos ante los comienzos de la revolución social. Esa revolución que levanta al pueblo sin importar su ideología, cultura, nivel económico, ni ningún otro factor diferencial, que va a permitir soñar por un futuro digno, en manos del capital, pero con un nuevo capitalismo.