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viernes, 3 de febrero de 2012

Reflexión capitalista.

Todo sistema capitalista produce una desigualdad social latente en las economías de los países desarrollados. Esta desigualdad, a la vez, es necesaria para el propio sistema porque se necesita esa desigualdad para crear una fuerza de trabajo que este atenta cuando el crecimiento económico sea una realidad. Digamos que el propio capitalismo nutre la desigualdad en todos los sentidos. Es ilógico que un país capitalista haga algo para luchar contra este problema, porque es esto lo que le hace ser un estado capitalista. Sería luchar contra ellos mismos.

Es inaceptable tales realidades, que se fundamentan en un capitalismo primitivo, basado en al sobrexplotación del trabajador como mera mercancía. No quiero decir, que el capital, y la obtención de este, sea el problema del mundo, es más, una economía consumista hace que crezca la economía del país, pero esto no justifica que se utilice el capital como medio político y desigualitario. El capitalismo aumenta las diferencias entre ricos y pobres. Tal vez, ahí este el problema.

Cada trabajo debe de ser remunerado equitativamente, prestando atención tanto a la parte productiva como a la parte digamos, más personal. Si aumentamos los salarios, aumentamos el consumo, lo que hace que crezca la economía. Mejores condiciones de vida de la población, también alimenta al propio sistema capitalista, pero quizás no interesa que la economía este creciendo constantemente, porque la especulación ya no tendría sentido, lo que arrastraría a todo el sector financiero a un declive sin igual, y esto provocaría que no se concedan créditos a las empresas que a su vez, remuneran el trabajo de la población, lo que haría que el sistema entrará en crisis, y vuelta a empezar.

El problema no es el capital, repito. Todas las personas tienen derecho a tener una renta alta en relación con el tipo de trabajo que desarrollan, pero es el propio sistema el que hace que esto no sea una realidad. Hay que cambiar la manera en que hacemos capitalismo, hay que buscar otro método, otro sistema que permita tanto la igualdad de los trabajadores en derechos sociales, en nivel de renta directamente proporcional al trabajo que desempeñen, en la manera de realizar el consumismo y organizar la estructura laboral. Quitar progresivamente esa economía especulativa, que se ha instaurado en nuestra sociedad como una sanguijuela, chupándonos lo poco que tenemos. Hay que salvaguardar el consumo básico, aunque no hay que dejar de lado ese consumo de bienes que permite que la sociedad avance. Hay que buscar una nueva forma de hacer capitalismo, dando importancia tanto a las personas como a las empresas que fomentan la igualdad laboral y el crecimiento económico de las familias. Cuanto más consumo, mejor economía. Pero hay que fomentar un consumo responsable, no dejándonos influenciar por créditos basura, ni por promesas que jamás se van a cumplir.

En definitiva, estamos ante los comienzos de la revolución social. Esa revolución que levanta al pueblo sin importar su ideología, cultura, nivel económico, ni ningún otro factor diferencial, que va a permitir soñar por un futuro digno, en manos del capital, pero con un nuevo capitalismo.

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